El pabellón de Torrero nos esta esperando, a las 12 horas bajan las canastas, hacemos loa equipos y los pekes nos dejan pista, ellos a jugar por libre, nosotros a pelotear un poco.
El ritmo es frenético, los primeros flatos salen a escena, perdidas de balón y canastas inverosimiles, las risas también aparecen, los colores negro y blanco de nuestras flamantes camisetas, palidecen ante el juego desplegado por alguna mama. Las canastas se suceden en tan vertiginoso evento, algunos lloros interrumpen varios contraataques, pero no es nada, seguimos jugando.
No hay tiempo para replantear jugadas y estrategias, la hora se va acercando, las piernas flojean, el ataque es súper-estático, los brazos pesan, algunos se reservan para después, el sudor calienta el cuerpo. Termina el partido sin vencedores ni vencidos, entrevistas y fotos inundan el final, las agujetas mañana. Pero que va, ahora viene el tercer tiempo, comida en Tringoleta, de primero pasta (eso, eso hidratos), y de segundo albóndigas, con buena gana nos comemos todo, los postres caseros y alegría que no falte. SALUD
Ramoné
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